20 abril 2009

Pavlov y los fenómenos psíquicos

“Como fisiólogos, elegimos mantener en nuestros experimentos una posición puramente objetiva con respecto a los fenómenos psíquicos” Pavlov. La pasión por el cerebro (Juan José Fernádez Teijeiro)

Ivan Petrovich Pavlov obtuvo el premio Nóbel de Fisiología en 1904 por sus investigaciones sobre la función de las glándulas digestivas y su regulación a través del sistema nervioso, que permite que los estímulos externos tengan un efecto sobre la secreción de jugos gástricos. Pavlov llevó a cabo sus investigaciones utilizando perros como modelo experimental a los que operaba, de manera exquisita y cuidadosa, para poder obtener sus jugos gástricos y así estudiar la cantidad y calidad de los mismos. Él observó que sólo con introducir el alimento en la boca de los animales, incluso aunque éste no llegase al estómago, se estimulaba su secreción. Es decir, el “nervismo” como teoría venía a competir con la antigua teoría “humoral” liderada por los investigadores Bayliss y Starling (1902). Estos últimos demostraron la importancia de la regulación hormonal en los procesos digestivos. Pero, ¿Qué tienen que ver los perros de Pavlov con los fenómenos psíquicos?

En sus experimentos, y para su sorpresa, Pavlov observó que el mero hecho de que los animales estuvieran en presencia de los alimentos o de los experimentadores también estimulaba la secreción de jugos gástricos y de saliva. Esto es a lo que Pavlov llamó “secreción psíquica” o “reflejo psíquico”. Pero retrocedamos por un momento en el tiempo e imaginemos a Pavlov en su laboratorio enfrentándose por primera vez a aquellos sorprendentes resultados. ¿Cómo poder entenderlos (a finales del siglo XIX)? ¿Tendrían los animales, los perros de Pavlov, “percepción extrasensorial” de manera que recibieran algún tipo de información telepática de los experimentadores responsables de traer los alimentos? ¿O por qué no precognición, quizá los perros de Pavlov eran capaces de adivinar el momento justo cuando iban a ser alimentados? De haber sido estas las “hipótesis” de Pavlov quizá ahora leeríamos en los anales de psicología los experimentos que él mismo hubiese realizado con mediums o llevado a cabo mediante regresiones al pasado para averiguar el porqué de sus resultados.

Afortunadamente, la actitud de Pavlov fue otra bien distinta. Él siempre defendió la investigación puramente objetiva de las manifestaciones psíquicas incluyendo “el mecanismo y el sentido vital de lo que más interesa al hombre: su conciencia y las aflicciones de su conciencia”. Insistía en que los fenómenos mentales tienen su base en procesos materiales y por tanto están sujetos a la investigación científica. De ahí su opinión de que la psicología no podía ser una ciencia si estaba basada en la introspección. Y fue precisamente esta actitud y el trabajo sistemático realizado a partir de aquellas observaciones lo que le condujeron al descubrimiento de los reflejos condicionados, que son base de una de las formas de aprendizaje más estudiadas por la neuropsicología moderna (condicionamiento clásico). Y por lo que principalmente es reconocido Pavlov hoy en día.

Pero Pavlov quiso ir más allá. De hecho, influenciado por las teorías de un profesor suyo (Ivan Sechenov, “Los reflejos del cerebro”, 1863), sugirió que hasta las más altas cualidades mentales como el propio pensamiento de Newton podría ser un complicado reflejo. La idea fundamental de Sechenov era demostrar que la psiquis, o el alma, era una función del cerebro y por tanto vinculada al Sistema Nervioso Central. Para Sechenov el pensamiento y las emociones podrían ser explicados como reflejos. Y su libro fue censurado y prohibido en San Petersburgo por “peligroso y extremadamente materialista”. Tanto Sechenov como Pavlov pensaban que la conducta no tenía tanto que ver con el pensamiento, agente activo interior o mente, como con la influencia directa de los estímulos externos.

Hablar de reflejos para conductas complejas parece demasiado reduccionista y poco preciso desde el punto de vista de la neurociencia moderna. Sin embargo, me parece una sugerencia interesante en el momento en el que entendemos “reflejos” como patrones de conducta que están determinados por el entorno (externo/interno). De hecho, los reflejos complejos a los que se refería Pavlov me recuerdan mucho a lo que Rodolfo Llinás llama Patrones de Acción Fija (PAF): “conjunto de activaciones motoras automáticas y bien definidas que cuando se activan producen movimientos bien delimitados y coordinados como por ejemplo, la respuesta de escape, la marcha, la deglución (…)”. Llinás, en su libro “El cerebro y el mito del Yo”(se puede leer en Google), se llega a plantear si la interpretación de un concierto de violín podría ser un PAF. Las consecuencias de estas especulaciones para el debate que concierne al llamado “libre albedrío” son muy relevantes.

Pavlov pasó relativamente inadvertido para la ciencia occidental de la época. Cosa que no ocurrió con un contemporáneo suyo, Sigmund Freud. Y así, el estudio de la mente humana, perdió una perspectiva basada en el método científico, experimental y objetivo, y ganó una perspectiva basada en la introspección y un método subjetivo …, en definitiva, la interpretación de los sueños.

Tito