24 noviembre 2006

Los límites del efecto placebo


En esta bitácora hemos hablado varias veces del efecto placebo y de su implicación en la supuesta eficacia de muchas terapias mal llamadas alternativas (como la homeopatía y la acupuntura). También hemos discutido sobre si el efecto placebo puede ser extensible a todo tipo de enfermedades o exclusivamente al control del dolor. Hay un cierto acuerdo sobre que se puede conseguir cierto grado de analgesia utilizando un placebo, o lo que es lo mismo, la expectativa de una reducción del dolor provoca un alivio de éste. Esta posibilidad tiene además un aval anatómico-funcional: la existencia de un "sistema analgésico" endógeno (la morfina actúa de hecho sobre ese sistema) y la regulación de este sistema por centros superiores de la corteza cerebral (que permite "filtrar" la percepción del estímulo doloroso, de la misma manera que sabemos que ocurre con otras modalidades sensoriales). La mayoría de los "éxitos" de las pseudoterapias se obtienen precisamente en enfermedades cuya sintomatología incluye el dolor tanto agudo como crónico. ¿Pero qué ocurre con patologías que no cursan con dolor? Hace tiempo nos sorprendió la noticia de que en enfermos de Parkinson un tratamiento placebo provocaba respuestas neuroquímicas similares al tratamiento estándar para esta enfermedad (artículo). Esto se acompaña de una percepción de reducción de los síntomas por parte de los pacientes. En un reciente estudio se ha observado sin embargo que este efecto de alivio de los síntomas es subjetivo y que no se acompaña de una reducción objetiva de éstos. Es decir, el efecto placebo disminuye el estrés psicológico asociado con el sentimiento de estar enfermo, sin modificar los trastornos (en este caso motores) que produce la enfermedad. El efecto placebo sería por tanto inespecífico y podría contribuir de forma indirecta a producir una mejoría en los pacientes al ayudarles a afrontar psicológicamente su enfermedad.

La pregunta que se me ocurre es si esta acción inespecífica tendría que ver también con los supuestos "éxitos" de las pseudoterapias. Recordemos que el principal crédito de éstas es que "los pacientes reconocen sentirse mejor", o al menos conocemos a alguien a quien determinada pseudoterapia "le fue bien". Estos testimonios serían creíbles en el sentido de que los pacientes manifiestan su valoración subjetiva de los síntomas (por "desgracia" no se pueden hacer valoraciones objetivas porque los métodos "de la medicina convencional no son adecuados para valorar la eficacia de "las pseudoterapias"). Sumado esto al sesgo cognitivo de recordar principalmente este tipo de testimonios "positivos" pero no los "negativos" nos ayuda a entender la buena prensa que tienen estas pseudoterapias.

Lupe

10 noviembre 2006

Pseudociencias en la VI Semana de la Ciencia madrid 2006

Se está celebrando estos días la VI Semana de la Ciencia de Madrid que incluye un gran número de actividades de divulgación científica cuyo objetivo principal es "abrir la experiencia científica a la mirada y a la reflexión del ciudadano": "La Semana de la Ciencia de Madrid pretende reflexionar sobre la evidencia de que vivimos rodeados de ciencia y de que el conocimiento no es ya un lujo reservado a unos pocos, sino un bien esencial necesario para nuestro futuro y responsabilidad de todos." Sin embargo varias de las actividades programadas hacen un flaco favor a tan nobles objetivos. De una de ellas se ha hablado mucho en las bitácoras escépticas (por ejemplo aquí y aquí) y ha generado varias iniciativas de protesta (por ejemplo desde ARP aquí y aquí): me refiero a la conferencia "Situación actual de la homeopatía" organizada por los Laboratorios Boiron. Sin embargo han pasado desapercibidas otras dos actividades que no tienen desperdicio: "La ciencia en el cine: Y tú, ¿qué sabes?" y "Evolución y neurología cuántica".

La primera de estas actividades consiste en la emisión seguida de coloquio de la película "Y tú, ¿qué sabes?", panfleto de la secta "Ramtha School of Englightenment". La película mezcla ficción y documental para promover la siguiente idea sencilla: puesto que la física cuántica ha demostrado que la mente crea la realidad ("no hay realidad sin observador"), cualquiera tiene la posibilidad de crear su propia realidad conscientemente (y de paso curarse de todos los males). Esta revelación proviene de Ramtha, el espíritu de un viejo guerreo de la Atlantida que vivió hace 35.000 años y que esta siendo "canalizado" por Judy Z. Knight, que allá por los años 70 encontró su propio filón de oro paranormal. Se puede encontrar una crítica más detallada y mordaz en el artículo de Erik Aris Stengler Larrea en el número de agosto de El Escéptico Digital y en Skeptico: "What the (bleep) were they thinking?" (que por cierto fue recomendado por el propio Randi).

Por otro lado quizás es injusto calificar de pseudocientífica a la segunda de las actividades, la charla "Evolución y neurología cuántica" organizada por la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Pontificia Comillas, pero sin duda no se ajusta al objetivo de divulgación científica que parece ser el motor de la Semana de la Ciencia la inclusión de una charla sobre un tema sobre el que no existe ningún consenso científico. Por neurología cuántica se entiende la exploración de la posibilidad de que la así llamada hipótesis Hameroff-Penrose (a saber, que el interior hueco de los microtúbulos serían "espacios cuánticos donde la materia bosónica entraría en coherencia cuántica y donde estaría también en estado de superposición cuántica") pueda ser el punto de partida para la elaboración de un modelo que explique "tanto el indeterminismo de la conducta humana como el holismo de la experiencia psíquica". Independientemente de la crítica tanto a la importancia de la mecánica cuántica para explicar el psiquísmo humano (asunto que ya tratamos en un apunte anterior) como a la premisa de partida acerca del indeterminismo y el holismo como características del comportamiento humano, parece ser que "esta nueva neurología no sólo explica mejor al hombre, sino que es más armónica y congruente con los planteamientos religiosos". Esto último ya nos pone sobre aviso acerca de los objetivos de este plantemiento (y una somera visita a la web de la Cátedra nos lo confirma): se trata de un nuevo (y desesperado) intento de buscar "el fantasma en la máquina" y los vericuetos para colar al "diseñador" como origen (y por tanto garante) de la libertad humana (de algo de esto ya hablamos aquí y aquí). En fin, esperaremos a ver que nos depara la charla para hacer un comentario más en profundidad.

Lupe

04 noviembre 2006

Hombre Natural versus Hombre Espiritual


La iglesia, la teología, tiene en cuenta el conocimiento científico. Pero a su manera, claro está. Me estoy refiriendo a algunos comentarios que he leído recientemente sobre el mensaje de Juan Pablo II a la Academia Pontificia de las Ciencias en los que muestra su interés acerca de la vida en el Universo y el papel de la Humanidad. ¿Qué es el Hombre? Para Juan Pablo II, para la teología, la ciencia ha mostrado que la evolución natural es más que una hipótesis y, por tanto, asume que el cuerpo humano tiene su origen en la materia viva que existe antes que él. Ahora bien, en palabras de Juan Pablo II, “en un momento de la historia, el Hombre Natural, ya preparado por su psiquismo superior emergido en el proceso evolutivo, fue objeto de una especial intervención creativa divina que transformó su ontología profunda”, es decir, creó el alma, “y el Hombre Natural comenzó a ser ya el Hombre Espiritual”. Para Juan Pablo II la ciencia describe al hombre en continuidad evolutiva, lo que incluye su materia viva, su psiquismo, su neurología y la conducta humana derivada de su constitución corporal. Pero, (desafortunadamente) “el momento del paso a lo espiritual no es objeto de observación científica”.

Hombre Natural versus Hombre Espiritual. ¿Cuáles son las cualidades características de cada uno? O, dicho de otro modo, ¿cómo se refleja en la conducta del hombre la calidad de “Espiritual”? Pienso yo, que por cualidades del Hombre Natural se entenderá aquellas que lo asemejan al resto de los animales (materia viva..., a secas). Es decir, comemos, dormimos, nos movemos y nos reproducimos, tenemos descendencia. A esto debe referirse la teología cuando habla de “psiquismo, neurología y conducta humana derivada de su constitución corporal”. ¿Y las cualidades del Hombre Espiritual? Vendrán dadas por el alma humana, la condición humana, fuente de su más alta dignidad. Se me ocurre, corríjanme si me equivoco, que hablamos de compasión, altruismo, piedad, amor, moral u otras similares. Y he aquí el problema, dos Hombres ...¡Y un solo cerebro! ¡Y natural, fruto de la evolución biológica! ¿Entonces?

¿Acaso dichas cualidades del Hombre Espiritual pertenecen a un ente inmaterial que complementa al cuerpo material y tienen poco que ver con la actividad de nuestro cerebro? ¿Será qué la capacidad de ayudar al prójimo o de sentir lástima hacia quienes sufren penalidades es independiente de la función de áreas determinadas de nuestro cerebro? Una de dos, o los teólogos no están muy al día de los últimos avances en neurociencias (cosa que dudo) o es que sólo toman los datos científicos cuando les interesa. Porque si admiten, como de hecho ocurre, que un daño cerebral o una droga determinada puede alterar nuestras cualidades “naturales” como comer, dormir o movernos, tendrán que asumir también que estas mismas, u otras, manipulaciones específicas en el cerebro puedan alterar nuestra sensibilidad hacia el dolor ajeno o nuestra conducta moral. Y esto es un hecho. Eso que llaman “Espiritual”, lo que nos hace humanos o incluso la esencia de nuestra naturaleza, está determinado por la actividad de nuestro cerebro. Decir lo contrario es admitir, como antiguamente, que los epilépticos son endemoniados.

Además, el hecho de hablar de natural y espiritual no es un simple problema dialéctico. El Hombre Natural no es conciliable con el Hombre Espiritual. No se puede argumentar, y en este sentido estoy 100% de acuerdo con Dawkins, que la religión trata lo espiritual y por tanto no se inmiscuye en el terreno de la ciencia, sino que la complementa. La neurociencia, al igual que en su día la astronomía de Copérnico y Galileo o la biología de Darwin, está aportando pruebas sólidas de que aquello que consideramos la conducta espiritual del hombre depende de la actividad “natural” de su cerebro. Dar otra explicación es competir con la ciencia para tratar de explicar un mismo fenómeno relativo a la conducta humana y así alejar al hombre de la naturaleza. Y si esto es así, hay que asumirlo tal y como es. Que ese paso “creativo divino”de Hombre Natural a Hombre Espiritual es en realidad un paso de ciencia a pseudociencia.

Tito

Notas bibliográficas: El problema cuerpo-mente: distintos planteamientos (2002). Un resumen conciso de la evolución histórica del problema cuerpo-alma (o mente); Does neuroscience threaten human values? Nature Neuroscience 1, 535 (1998)