29 septiembre 2005

¿Podemos fiarnos de los evangelios? II. Del Jesús de la historia al Cristo de la fe

Analicemos las dos frases siguientes, ambas refieren al mismo personaje: 1/ Jesús fue un judío piadoso, un profeta escatológico, que no se tuvo por divino; 2/ Jesús fue el hijo de Dios todopoderoso que murió en la cruz para redimirnos de nuestros pecados. ¿Cómo es posible que hablen de la misma persona? Una de las dos es, obviamente, falsa, al menos como hecho histórico. Como se comentó en la parte I de esta serie (¿Podemos fiarnos de los Evangelios? I. Religión, textos sagrados... neurociencias), el riguroso estudio histórico-crítico de los evangelios canónicos parece indicar la existencia de un personaje histórico que se ajustaría a la frase 1/. Sin embargo, éste, el de la frase 1/, no es el Jesús que ha trascendido hasta nuestros días y que “gobierna” el cerebro moral de tantos millones de personas en todo el mundo. Por contra, los evangelios hablan de un personaje diferente y, como buena literatura apologética, tratan de convencernos de que el contenido de la frase 2/ es un hecho histórico. Según los expertos, lo que separa a estas dos frases es una manipulación literaria a través de la cual el Jesús histórico fue convertido en Cristo, el Mesías, capaz de resucitar de entre los muertos y con un plan divino (el llamado Secreto Mesiánico) para redimir al hombre de sus pecados. Éste es un hecho crucial para el origen y la posterior historia del cristianismo ya que la supuesta resurrección de Jesús es el verdadero ombligo de la teología cristiana. ¿Cómo se pasó del Jesús de la historia al Cristo de la fe? La clave parece estar en el Evangelio de Marcos (Dos libros al respecto de esta anotación: “El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia” y “El Mito de Cristo”, ambos escritos por Gonzalo Puente Ojea).

La condena y la crucifixión de Jesús (ver comentario 1) son el centro, el núcleo del evangelio de Marcos (considerado el pionero y que fue copiado en parte por los evangelios que vinieron después, Lucas y Mateo). El martirio de Jesús y su muerte accidental en la cruz fueron hechos totalmente inesperados e inverosímiles en el monoteísmo judío (con el que al parecer estaba de acuerdo el propio Jesús). Este accidente condujo a Marcos a reconstruir la historia para hablar de una supuesta revelación, el denominado Secreto Mesiánico. El Secreto Mesiánico consiste en que Jesús había previsto la crucifixión y su posterior resurrección, y se lo había comunicado a los apóstoles. En otras palabras, el martirio de Jesús obligó a Marcos a recomponer hacia atrás toda la historia del propio Jesús en aras a una supuesta redención universal con la invención de que todo estaba previsto y anunciado. Como consecuencia de esta recomposición existen algunas incoherencias en los textos de Marcos. A modo de ejemplo: La mesianidad de Jesús, en el sentido davídico tradicional (es decir, como salvador de Israel en la tierra), no encaja con el martirio, la crucifixión y la resurrección de Jesús. Esto es totalmente sorprendente e inesperado y de hecho, como se puede apreciar en varios pasajes del evangelio, los propios discípulos se muestran totalmente sorprendidos por la muerte (“Nosotros esperábamos que sería Él quien rescataría a Israel...”) y tras saber del Jesús resucitado. Marcos no explica esta sorpresa de los discípulos que supuestamente, según el propio Marcos, conocían el Secreto Mesiánico. Por otro lado, ninguno de los evangelios menciona que Jesús dijera que fuese a morir por los pecados de la humanidad. Tampoco se narra en ellos la resurrección propiamente dicha, sino experiencias relacionadas con este hecho (como las apariciones, ¿visiones?, de Jesús). Como conclusión, la resurrección parece ser un invento de Marcos para salvar el accidente de la muerte de Jesús en la cruz. San Pablo (Pablo de Tarso), verdadero impulsor de la nueva religión, pondrá un marco teórico a la resurrección de Jesús llegando a sugerir que el que no cree en esto no es un buen cristiano (1 Cor. 15:14).

A partir de aquí los evangelistas rescriben la historia con el objetivo de que se cumplan las profecías de lo que ha de ser el nacimiento y la vida de un salvador judío (otro libro interesante acerca de este tema: “Jesús: biografía revolucionaria”, por John D. Crossan). Por ejemplo, un Mesías que se precie tenía que nacer en Belén. Los evangelistas (en este caso, Lucas) manipulan un hecho histórico, como el censo de Quirino (gobernador de Siria bajo el mandato del emperador César Augusto), y lo utilizan como excusa para “obligar” a José y a María a viajar a Belén, donde supuestamente nacería Jesús. José era de la casa y de la familia de David y por tanto iría a Belén (Judea) para empadronarse con María, su esposa (el censo de Quirino, aunque parece ser que realmente tuvo lugar en esas fechas, no coincidió con el hecho del nacimiento de Jesús). De la misma manera, la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, en olor de multitudes y al lomo de un pollino parece que tiene más que ver con una proyección simbólica hacia el pasado que con la realidad de un hecho histórico. Otro tema muy interesante es la figura de Juan el Bautista, y su relación con la de Jesús, en el evangelio de Mateo (ver comentario 2).

Dicho esto y a pesar de conceder el valor que merecen (para mí mucho) estas conclusiones fruto del estudio racional de los textos en cuestión..., ¿es realmente la resurrección de Jesús una ficción literaria? ¿Es el Secreto Mesiánico, o la nova religio, una invención humana? He de reconocer que, es tal el peso del cristianismo en nuestra tradición, que yo diría que estas preguntas duelen al ser pronunciadas..., Y, caso de que la contestación a ellas sea afirmativa, ¿tendría esto que afectar a la forma de pensar, a la fe, de los creyentes?
Continuará...

Tito

01 septiembre 2005

El poder curativo de la mente ... y la homeopatía


En un reciente estudio en la revista médica The Lancet se concluye que los beneficios clínicos de la homeopatía son consecuencia del efecto placebo (resumen). Es sorprendente que se sigan gastando recursos en investigar si la homeopatía es o no es eficaz, teniendo en cuenta la carencia absoluta de fundamentos de dicha “terapia” (o mejor dicho, lo acientífico de los fundamentos expuestos por los defensores de la homeopatía). Pero bien pensado, y retomando uno de los apuntes anteriores, una prueba a favor de la existencia del efecto placebo en la clínica es ciertamente el hecho de que individuos que toman medicamentos homeopáticos puedan presentar mejorías en los síntomas de sus patologías. Al fin y al cabo, en los ensayos clínicos de nuevos fármacos, la composición de los productos utilizados como placebo (control) es idéntica a los productos homeopáticos: excipientes autorizados sin ninguna traza de ningún principio activo.

El editorial de la revista The Lancet no muestra ninguna ambigüedad: “The end of homeopathy” (El final de la homeopatía) es el título. Discrepo completamente de dicha conclusión basada en los resultados del estudio que publica la revista. La “fe” en la eficacia de la homeopatía y de otras mal llamadas “terapias alternativas”, como cualquier otro tipo de “fe”, es inmune a cualquier análisis racional y científico. Así el Secretario de la Federación Española de Médico Homeópatas ha declarado que "Los estudios estadísticos de la medicina convencional no pueden valorar la eficacia de la homeopatía [...] Nunca hay un medicamento (homeopático) para una sola cosa. Se podría dar un mismo medicamento para el asma o para un problema depresivo." (El País, 30/8/2005). Se comenta por si solo.

Buena prueba de lo que he dicho anteriormente es el reciente anuncio de la Clínica Mayo de un estudio (presentado en un reciente Congreso médico) realizado en un grupo de 50 pacientes de fibromialgia en el que la acupuntura es más eficaz que la falsa acupuntura en reducir algunos de los síntomas de la enfermedad. Desconozco como se realizó dicha falsa acupuntura, pero los autores del estudio comentan que los pacientes no podían decir que tipo de acupuntura recibían. Hay muchas razones de tipo metodológico (como el reducido número de pacientes incluidos en el estudio) que podrían explicar los resultados, pero lo sorprendente como he dicho antes, es que dichos estudios se realicen. A lo sumo serían justificables para demostrar que estas “terapias alternativas” son capaces de “inducir un efecto placebo” en aquellos pacientes susceptibles a beneficiarse de él. Esto podría ser razón para aconsejar su uso a corto/medio plazo. Pero creo que en la en la línea en la que habría que trabajar e invertir recursos es en la mejora del trato personalizado a los pacientes, aspecto bastante olvidado en la moderna (y masificada) medicina “convencional”. O como ya dijo Johnson en esta bitácora, de lo que se trata es de fomentar el “efecto mimo”.

Lupe (y su bronceado veraniego)