23 junio 2005

Proyecciones astrales: ¿dentro o fuera de nuestro cerebro?

Rastreando la red de redes hemos encontrado esta asociación cuya pagina web no tiene desperdicio: la Academia Internacional de la Conciencia (www.iacworld.org/spanish). En la página de inicio podemos encontrar los objetivos de dicha asociación: “el estudio de la conciencia más allá del cerebro físico” “con especial énfasis en las experiencias fuera del cuerpo”. Se trata de la ciencia de la Concienciología que estudia la conciencia “así como sus manifestaciones tanto dentro como fuera del cuerpo”, y que “difiere de las ciencias convencionales debido a que su fundamento científico se basa en un nuevo y más avanzado paradigma filosófico: el paradigma conciencial, que considera la realidad como multidimensional.” Se afirma que “la tecnología moderna no tiene aún un grado de sofisticación suficiente que permita detectar, analizar, y estudiar las dimensiones más sutiles donde la conciencia puede manifestarse” de ahí que se requiera “que el investigador sea tanto científico como objeto de estudio, utilizando sus experiencias cotidianas, dentro y fuera del cuerpo, como experimentos de laboratorio”. Como se ve se trata de una nueva vuelta de tuerca a los argumentos clásicos de las pseudociencias. Es decir, se llama ciencia a algo cuyo método no tiene nada de científico, pero a la vez se la considera al margen de “la corriente científica principal”.

La Concienciología basa sus principios en los hallazgos obtenidos del estudio de las experiencias fuera del cuerpo (o proyecciones astrales), estudio que compete a la Proyecciología, subdisciplina de la Concienciología. Según se dice en la página web, aunque las proyecciones astrales son conocidas desde el antiguo Egipto, es partir de las últimas décadas del siglo XX que “se ha vuelto materia de investigaciones rigurosamente científicas”. Entiendo claro que no se refiere a los estudios que muestran como la estimulación focal de ciertas áreas de la corteza cerebral (corteza parieto-temporal) puede provocar la experiencia de abandonar el cuerpo de manera que puede ser observado desde una posición remota respecto a éste. Ni a los estudios clínicos de pacientes epilépticos o con migrañas describiendo episodios de estar viendo su propio cuerpo desde fuera de sí mismos. Todos estos estudios (revisados en Blanke y Arzy, 2005) sugieren que las experiencias fuera del cuerpo son ilusiones sensoriales complejas que resultan de un fallo por parte del cerebro en el procesamiento de la información sensorial de nuestro cuerpo y su posición en el espacio, lo que genera una alteración de la perspectiva visuo-espacial del propio cuerpo (alteración de la conciencia). Pero también demuestran que este tipo de experiencias anormales (que no paranormales) resultan ser fenómenos cerebrales que pueden ser investigados desde las neurociencias sin necesidad de recurrir a nuevos y no-tan-originales paradigmas.

Lupe

Olaf Blanke y Shahar Arzy. “The out-of-body experience: disturbed self-processing at the temporo-parietal junction” The Neuroscientist 11:16-24 (2005)

08 junio 2005

Recordando eventos que nunca ocurrieron

Mirko Memoriovitch cuenta que cuando tenía 8 años, coincidiendo con la noche en la que falleció su madre, sufrió la aparición espontánea de llagas (estigmas) en las manos y en los pies que sangraron durante horas. Él tiene ahora 52 años y cada vez que encuentra una cara escéptica ante su relato jura ante lo más sagrado que aquello realmente ocurrió ¿Está mintiendo el Sr. Memoriovitch? Posiblemente no. Entonces, si está diciendo la verdad, ¿significa que aquel evento realmente ocurrió tal y como él lo recuerda? Posiblemente no.

Podemos recordar eventos que nunca ocurrieron en la vida real. Recientes investigaciones en el campo de las neurociencias muestran que se pueden crear falsas memorias en el laboratorio (Brian and Paller, “Mistaken memories: remembering events that never happened”, The Neuroscientist 8, 391-395, 2002). Una manera, entre otras, de crear falsos recuerdos es mediante la imaginación. Por ejemplo, si alguien imagina activamente un evento que pudo ocurrir en su infancia, aunque no lo hizo, la probabilidad de que más tarde crea que realmente ocurrió será mayor. Cuanto más vívida sea la imaginación de ese “falso” evento y cuantas más veces se repita ese ejercicio, mayor será la probabilidad de que lo imaginado se incorpore a su realidad. Aún no se saben a ciencia cierta los mecanismos cerebrales implicados en este fenómeno. La memoria episódica (memoria de eventos) es limitada e incompleta y el recuerdo es un proceso reconstructivo (no reproductivo) por lo que acontecimientos presentes pueden influir en la reconstrucción de un acontecimiento pasado. Una hipótesis propuesta es que los eventos imaginados y los eventos percibidos (los que realmente ocurrieron) se almacenan solapados en la corteza cerebral, de manera que la evocación de un recuerdo percibido es distorsionada por eventos imaginados.

Las consecuencias de los resultados obtenidos en estas investigaciones son obvias. El testimonio de un sujeto, en ningún caso, es prueba suficiente de que algo realmente ocurrió en la vida real. A pesar de que dicho sujeto esté diciendo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Por tanto, ¿Ocurrió realmente... que me mordió un perro cuando yo tenía 5 años? ¿Ocurrió realmente que alguien fue abducido y maniatado por seres venidos de Alfa Centauri? ¿Ocurrió realmente que el Sr. Memoriovitch sufrió en sus carnes estigmas sangrantes? ¿Ocurrió realmente que alguien tuvo una experiencia cercana a la muerte? ¿Ocurrió realmente lo que cuentan los Evangelios, escritos varios años después de los hechos que relatan?

Tito